domingo, marzo 26, 2006

8 - EL CACHORRO Y LA FREGONA

Ahora que sabe un poco cual es la mentalidad oculta del perro, podemos empezar desde el principio: con su cachorro doméstico.


Si tiene un cachorro, vaya deprisa a la droguería más cercana, compre una fregona y dedíquela exclusivamente para el pasatiempo que acaba de procurarse: limpiar los meados de su perrito. Puede que tenga tan mala suerte que además necesite unos guantes y un par de muñequeras elásticas para que no se le abran las muñecas. Si es así, lo mejor que puede hacer es recordar las enseñanzas que recibe el chico aquel de Kárate Kid, que se pasaba la vida limpiando cosas, y aproveche para adelgazar un poco, que seguro que le hace falta. Seguro que su mascota le hará adelgazar algunos kilos. La de veces que va a tener que inclinarse sobre ella, para recogerla del suelo, soltarla de sus tobillos o sacarla de un escondite secreto, van a ser incontables. Tener un cachorro siempre es un ejercicio saludable. Imprevisible, si, pero le aseguro que actuará sobre usted como lo haría un vasodilatador. No quiero insinuar con esto que vaya ha echarse a la bebida, pero más de una vez se sentirá mareado, como beodo. Pero no desespere, un poco de sentido común, mezclado con unas docenas de buenos consejos, mitigarán un poco sus sufrimientos. Para empezar, el cachorro necesita dos recipientes (si puede permitírselo, esa paga extra... que sean de acero) con agua y comida apropiada para él (sobre esto consulte al vendedor de la tienda de animales, en la actualidad existe una variedad impresionante de piensos); también necesita un lugar en el que descansar cuando lo desee (un cesto portátil le será muy útil, no es para usted, es para su perro, asegúrese de que sea accesible), una mantita y un hueso grande que poder roer redondean el neceser de nuestra pequeña, destructiva, peluda y aparentemente indefensa criatura. Si el cachorro duerme en un capazo, podrá permitirle estar en su habitación. Esto es importante, el capazo es su verdadero lugar, no la habitación. Si no lo hace así, dentro de unos meses se encontrará con un San Bernardo de ochenta kilos dentro de su cama, roncando codo con codo con su pareja y a usted durmiendo sobre la alfombra. Le aseguro que a menos que viva solo, en permanente estado de celibato, esta intrusión le cortará el rollo sexual bastante. Recuerde lo del capazo y disfrute de la noche.

Como su cachorro es sumamente curioso y juguetón, eso sería lo normal, dele confianza y verá que todos son iguales. Lo primero que debe hacer es proporcionarle juguetes: cosas con las que jugar y poder morder a sus anchas. Si el cachorro tiene un compañero, o compañera, doble el número de juguetes. Cualquier cosa será del agrado del pequeño. Sólo tiene que tener en cuenta una cosa, recuerde: respete las reglas. Debe ser coherente y utilizar la astucia. Prevea lo que pasará cuando su pequeño y cariñoso cachorrillo crezca y pase de pesar dos kilos a pesar veinte, treinta o cuarenta. A menos que pretenda hace lo mismo cuando pese cuarenta kilos y regresen de un paseo en pleno invierno, con el animal calado hasta los huesos y las patas llenas de barro, no le deje jugar en su cama. Si le deja subir a su cama de pequeño, el animal no entenderá porqué le priva de este honor al llegar a la edad adulta. Las normas son las normas. Tampoco le ofrezca botellas vacías de agua. Un día puede descubrir que sufre una inundación porque, vaya, ahora juega con las botellas llenas. Y no le ofrezca una zapatilla vieja, mira por donde, no distingue entre las zapatillas viejas, que ya han perdido el olor a usted, y las nuevas que me compré la semana pasada, que sí que huelen a su querido amo-padre-madre. Utilice la cabeza y escoja bien cuales van a ser las reglas de juego porque deberá respetarlas durante los próximos diez, quince, o veinte años.