domingo, marzo 26, 2006

6 - LAS LEYES PERRUNAS NATURALES

Los perros son animales sensatos. Aquí no existe la ley del Talión, ni se lee la Biblia, ni el Corán, ni ninguna de esas cosas que algunos humanos inventaron con el único propósito de que cientos de millones de humanos las aprendieran. En el perro los principios son instintivos. Será la madre quien primero se encargará de instruir al cachorro sobre las leyes no escritas de la jauría. Un cachorro díscolo, por dominante que sea, pronto aprenderá que debe honrar a sus mayores. Ante una infracción, como el no esperar en la guarida el regreso de su madre, el cachorro recibirá una dura reprimenda: gruñidos y mordiscos. Si persiste en su actitud, la madre lo cogerá por el cogote y lo zarandeará. En lenguaje perruno, esto equivale al beso de la muerte de la mafia siciliana. Si aún así el cachorro continúa creando problemas constantemente, la madre lo desnucará. Así de sencillo. ¿Continúa pensando que es usted duro con su perro? El perro, como su antecesor el chacal, o su primo el lobo, es un animal social, de grupo, y respetar las reglas sociales o no respetarlas, ser útil a la comunidad o ser un estorbo, es la distancia que separa la vida de la muerte. La seguridad de la jauría, la efectividad en la caza y la convivencia entre ellos, depende por entero de cumplir ciertas conductas atávicas hundidas en el recuerdo genético de la especie. La madre ve en el cachorro que no respeta estas reglas un enemigo del clan, un inadaptado, puede que un hijo tarado por alguna causa desconocida y por eso actúa en consecuencia y lo elimina. Como en la naturaleza no se desperdicia nada, su propia madre y hermanos comerán sus restos. ¿Va entendiendo de qué va el rollo? El darvinismo social de nuestro querido perro en poco se diferencia del nuestro cuando es puesto en su estado más puro e inhumano. Esto debería dar qué pensar, pero no somos tan diferentes. Si le repugna el canibalismo de la madre, no le peque, no la castigue: es algo normal. En 1992 las autoridades rusas reconocieron haber desmantelado más de un centenar de tramas mafiosas dedicadas al comercio de carne humana. Circulan fotos en las que se pueden ver niños congelados expuestos sobre una mesa, en un pueblo de la fría estepa, esperando para ser comprados y hacer una buena sopa con ellos. Los humanos somos animales jugando a comportarnos como hombres. Los griegos clásicos tenían el convencimiento de la animalidad del hombre. Sólo una pequeña porción del ser humano era divina, una ínfima parte de la divinidad, minúscula, vivía en nosotros, inmortal, consciente, civilizada, el resto era animal. Al perro lo suponemos sin nada de esa mínima parte divina. Quizás ahora comprenda las historias sobre la ferocidad de los perros, sus portentosas actuaciones violentas o la increíble abnegación que sienten por sus amos. Si está espantado, le recuerdo que su perro vive cómodamente instalado en una vivienda, tiene agua y comida sin necesidad de hacer nada y que si usted juega bien sus cartas, su can siempre será un cachorro, un inmaduro supeditado a sus órdenes. De todas formas, le advierto que si usted es un poco pijo y a pesar de haber estado a punto de morir deshidratado el verano pasado, sufriendo un despreciable calor de cuarenta grados a la sombra, aún así, ha decidido poseer un perro de sangre lupina (Husky, Malamute, Chow-chow), de muy al norte, con el frío que hace por allí, tenga presente que de adulto este perro podrá ser su colega, su subordinado fiel, pero, ojo, estos lupinos carecen de la actitud de dependencia respecto a su amo que posee el perro normal, el lameculos, hasta el extremo de poder resultar peligrosos para el hombre. Si ha tenido la oportunidad de ver a un dueño de Husky desesperado porque el animalico no le hace el menor caso, se escapa, e incluso le gruñe a la menor ocasión, lo entenderá perfectamente. Los perros lupinos son duros, extremadamente fieles y maduros, le respetarán como jefe, puede que le adoren, pero nunca entenderán que usted desaparezca para ir a trabajar, al cine o a cualquier otra actividad: eso es para ellos casi como echarlos de la manada, así que no se extrañe si su perro lupino se hace independiente, le ignora, lo trata de colega para abajo, destroza la casa o decide zarandearlo y morderle un poco el culo para darle una lección. Si no está dispuesto a afrontar el riesgo de acabar con el culo groseramente recosido, pase de lo bonita que es la estética de estos animales y sea realista; pregúntese lo siguiente: )tengo yo un trineo, es que aquí nieva con frecuencia, hace un frío que pela todo el año y estoy dispuesto a estar con el puto perro todo el día? Si ninguna de las respuestas que se da es afirmativa, lo más sensato es que elija otra raza de perro. Mucha gente continuará dejándose encandilar por los ojitos azules de estos animales, bien lo saben los publicistas, pero avisados están.