domingo, marzo 26, 2006

3 - ¿CÓMO ES MI PERRO?

Aclarada esta pequeña cuestión, seguro que se está preguntando: pero, ¿cómo es mi perro? No crea que contestar a eso es fácil. Es una pregunta en abstracto, claro, como si nos preguntaran a nosotros: ¿cómo son los humanos? Ahí es nada. Para que no se asuste con las respuestas de: ¿cómo es mi perro?, haremos un ensayo preliminar con la pregunta de: ¿cómo somos los humanos? Veamos que contestaríamos nosotros.

Yo no conozco la opinión de todo el género homo, así que le daré la mía a modo de ejemplo. Redacción: para mi, a parte de las diferencias culturales, sociales o físicas, creo no equivocarme si digo que los humanos somos, por lo general, competitivos, sociables, egoísta, jerárquicos, rutinarios, violentos, lujuriosos, traicioneros, asesinos, cobardes y paranoicos, por no entrar en la esquizofrenia, que está muy de moda. Ese es el lado malo, claro, el lado bueno es que también somos solidarios, cariñosos, sensibles, imaginativos, alegres, inteligentes, juguetones y sexualmente promiscuos. Desde luego no se puede afirmar que un extraterrestre pusiera muchos reparos a la hora de adquirir un humano como mascota. Todo depende del lado que queramos mirar: el bueno, o el malo. Con los perros, por desgracia, no ocurre lo mismo. Todo el lado del perro es el mismo: el animal. Para empezar, el aspecto físico de su perro es lo que el ser humano ha querido que sea. Fruto de incontables cruces, meteduras de pata y paseos nocturnos bajo la luz de la luna, su perro es el resultado de orgiásticas mezclas entre supuestas razas, en realidad, simples cabronadas conseguidas tras siglos de perseverancia, casualidad y aislamiento, en el que pequeñas mutaciones se han eternizado y potenciado camada tras camada hasta conseguir un rabo pequeño, unas orejas largas, un cuerpo en forma de exis y un iris cuadrado. No quiero desanimarlo, pero el comportamiento de su perro también está poderosamente influido por estas características conseguidas durante siglos y siglos, o décadas, de búsqueda humana de cierto tipo racial, con un físico concreto y un comportamiento determinado, del animal Aprototipo X. Vamos, que el perro lleva sufriendo durante siglos un nacionalismo racial elevado a la décima potencia. A poco que se documente, ya verá que esta decisión humana también ha quedado patente en el nombre de las diferentes razas perrunas. Y entonces, ¿qué me está diciendo el tipo este -se estará preguntando- que tengo una pantera negra en el pasillo, jugando con mis críos, un carroñero cobarde, un nazi? Bueno, lo que intento decir es que si tiene un perro bastardo, del montón, sin raza, no sabrá exactamente que carácter, o que tendencias a desarrollar cierto tipo de conductas tiene el animalito, pero, por otro lado, si tiene un perro de según que razas, casi preferirá haber tenido un bastardo con el que jugársela a cara o cruz, en vez de esa bestia feroz que le gruñe cuando quiere algo de usted, exigiéndole obediencia. Pero, en el caso que tenga, no se tire de los pelos todavía, un perro de los llamados asesinos, resulta que un perro bien llevado, sea de la raza que sea, siempre podrá ofrecernos una grata compañía y ser un animal fiel, lo único que estamos valorando es el posible grado de dificultad de esa convivencia. No es lo mismo enemistarse con un chiguagua, que no es que sea precisamente un perro pacífico ni simpático con los extraños, que con un Pit Bull. Después trataremos del carácter atribuido a las diferentes razas de perros. Ahora describamos un poco cual es la psicología del perro, porque aunque los humanos podamos igualar e incluso superar el comportamiento de un perro, el pensamiento del perro y sus motivaciones, aunque parezca difícil de creer, es completamente distinto al del ser humano. Es cierto que gracias al progreso y las más recientes películas pornográficas, las diferencias entre el perro y hombre se van limitando a la nada, pero así y todo, lógicamente, usted no baja a la calle a lamer la entrepierna de su vecina, ni huele el culo de su jefe para saludarlo, quizás un poco después sí, pero nunca antes de desayunar. Por lo menos, el carácter social de nuestra especie homo, unido a interminables milenios de cultura y educación, por el momento nos impide llevar a cabo estos cometidos en público, en medio de la acera, gratuitamente, sin contraprestaciones. En una sauna, o discoteca, quizás, pero por ahora no en medio de la calle. Los humanos exigimos dinero o drogas para hacer esas cosas, que al cambio viene a ser lo mismo, y los perros, ya ve que nobles son, hacen eso mismo sin exigir nada. Lo más, una galleta. Pero en ocasiones los humanos también nos comportamos de forma altruista. Lo de mear en las esquinas y en los portales ya lo tenemos igualado, yo afirmaría que superado con creces, tanto, que incluso las mujeres, en especial las más jóvenes, se han sumado al carro de orinar incluso sobre las farolas. Estúdios científicos sin contrastar, calculan que aún tardaremos una década en llegar a ver un auténtico duelo de gruñidos entre el hijo del vecino y nuestro perro, preámbulo de la lucha por el sacrosanto derecho a marcar el territorio con los orines. Porque eso es justamente lo que hace su perro cuando poniendo cara de despiste orina sobre sus cosas, o las de sus amigos: marcar el territorio. En definitiva, dice: aquí estoy yo, este es mi sitio. No debe juzgarlo duramente, seguro que usted tiene un montón de papeles con su firma acreditando ser el propietario de esto y de aquello, seguro. A poco que piense sobre el tema, caerá en la cuenta de las incontables facturas o letras que lleva firmadas, los papeles del coche, el DNI, las escrituras de la casa o el anillo de compromiso donde está puesto su nombre o la frasecilla que inventó algún cursi en el siglo de María Castaña y cuya paternidad se atribuye usted en exclusiva. Pues bien, la firma de su perro, su sello de identidad, de propiedad, son los orines. Por si no lo ha captado todavía, su perro es un animal territorial; incluso celoso. Para más desgracia, es extremadamente jerárquico. Y esto es lo primero que debe comprender cuanto antes, la estructura mental de su perro se basa en la jerarquía y en el territorio de la manada: la dominancia. Estos principios quedan muy marcados durante la infancia y la juventud del animal, así que cuanto antes empiece a poner los puntos sobre las íes, tanto mejor para usted. No se trata de que apalice al animal cada vez que lo vea para que comprenda quien es el jefe, mucha gente lo hace y lo único que consigue es que el día menos pensado el perro se vuelva loco y los ataque despiadadamente, bastará con que sea firme, coherente, y no se deje tomar el pelo. Un cachorro bien educado será un perro sin problemas. Ahora viene lo más gracioso, claro, y , ¿cómo debemos educar al perro? Esto se trata en los capítulos dedicados al cachorro y al adiestramiento, ahora sólo describiremos cómo lo habría educado su madre en estado salvaje, eso nos dará una idea para entender lo que el animal espera de nosotros.